«El amor nace en cada ser humano; vuelve a unir las mitades de nuestra naturaleza original«, apelaba Platón al mito de los andróginos. Esta hermosa leyenda dio origen a uno de los conceptos románticos más populares sobre la búsqueda de nuestra media naranja.
Cuenta la historia que, en los albores de la Antigüedad, los andróginos fueron las primeras personas cuya apariencia difería significativamente de las más modernas. Platón escribió que eran dos personas de distinto sexo, fundidas en una. Tenían genitales masculinos y femeninos, dos pares de piernas y brazos, así como una cabeza con dos caras que miraban en direcciones diferentes. Se creía que los andróginos eran hijos de la luna, que habían nacido de la fusión del sol y la tierra.
Con tantas ventajas físicas y la capacidad de beneficiarse de una perspectiva del mundo más amplia, eran muy fuertes e intrépidos. Al darse cuenta de sus propias capacidades y poder, los andróginos decidieron dar un paso ambicioso que llevó a la destrucción de su modo de vida habitual. Se atrevieron a desafiar a los dioses. El mito cuenta que los andróginos planeaban bajarlos del pedestal y ocupar ellos mismos su lugar y su poder.
Tras derrotar a los Titanes, los dioses decidieron enfrentarse a una nueva amenaza a su poder. Zeus, enfurecido, tomó la iniciativa y castigó a los hombres por su arrogancia, dividiéndolos en dos partes con un rayo. El dios advirtió a los andróginos de que, si intentaban hacerse con el poder, repetiría su castigo y volvería a separar sus cuerpos, dejándolos con una sola pierna y un solo brazo.
Según los antiguos mitos, las mitades separadas estaban condenadas a sufrir la una sin la otra. Devastadas, buscaron desesperadamente a sus medias naranjas, y sus vidas se llenaron de dolor, pena y soledad.
Un ligero alivio vino del dios de la música y la curación, Apolo. No podía soportar su tormento viendo cómo morían lentamente uno a uno sin el otro. Apolo curó las heridas de los andróginos y los cosió en los lugares donde habían sido cortados por la mitad. Alisó las cicatrices y las arrugas, alineando la piel en el ombligo como recordatorio de su castigo y su forma original. Así, las personas adquirieron un aspecto moderno con dos brazos y dos piernas, luchando siempre por reunirse con su media naranja.
Apolo facilitó enormemente el destino de los andróginos, reduciendo así el dolor físico y el sufrimiento mental. Algunos de ellos incluso consiguieron encontrar a su media naranja, pero la mayoría siguió buscando a su segunda mitad. Aún así, se cree que su naturaleza física buscará incansablemente el complemento de la parte perdida. Tras el reencuentro, las mitades perdidas seguirán viviendo en absoluta comprensión, armonía conjunta y felicidad superior.